Phantasia, surrealidad e inconsciente fenomenológico – Luis Álvarez Falcón –

Existe una Introducción, una entrada anterior y un después. Si se está interesado en ello se recomienda comenzar ahí, pese a mí y a mis dificultades en ese comienzo. No haciendo caso alguno de mis observaciones pero si de las definiciones añadidas, que facilitarán cualquier comprensión. Lo que sigue, aquí, es ese después.

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Fenomenología de la conciencia estética ( ii )

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Imaginación, inconsciente simbólico e inconsciente fenomenológico (iii)

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Debes saber que la imaginación es intencional. Pero no proto-intencional. Protenciones y retenciones son intenciones vacías. Phantasia, el régimen más arcaico, territorio fecundo del inconsciente fenomenológico, fue ignorado por las vanguardias surrealistas, que establecieron sus premisas manifiestas en aquella otra región que nos dieron a conocer los primeros psicologistas: el inconsciente simbólico. Hoy, de su uso y abuso, herederos el marketing y la mercadotecnia, de aquella tendencia que mistificó objetos y animales, plegándolos a éxtasis ficticios, somos las consecuencias o lo es nuestro desencanto, que quiebra sus sentidos contra la inapelable realidad del mundo objetivo; ellos nos incitan a ”volar” y nosotros somos los que nos hundimos. Pero virgen y desconocido es aún lo que a la conciencia de las masas le queda por descubrir. La verdadera naturaleza de la Fantasía, que no es ficción sino extensión de nuestra mirada fenomenológica constreñida por nuestra fe perceptiva. O algo así, voy sacando yo en claro de estas lecturas a las que les entrego, con gran placer aunque también esfuerzo, mis noches y mis días.

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Phantasia, surrealidad y del esquematismo (parte iv)

(ver el esquema)

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FENOMENOLOGÍA del Amor

Tránsito de lo intelectual a lo afectivo

(parte v)

<<Un intercambio de inviernos>> Larrea

Poeta (Gillén) y filósofo unen sus voces por el progreso.

Firmado en Calanda

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Luis Álvarez Falcón

María! La última propuesta teórica, que en tu lectura recupera la vigencia del Surrealismo, vendrá defendida en el ámbito de la política en el trabajo COMUNIDAD, HISTORIA Y SENTIDO que pronto se publicará en INVESTIGACIONES FENOMENOLÓGICAS. Te mantendré oportunamente informada. Un abrazo.

*(en respuesta a esta última lectura visual con la que finaliza PHANTASIA, SURREALIDAD E INCONSCIENTE FENOMENOLÓGICO, a la que esta entrada es enlazada, cuando ya las últimas consideraciones han sido publicadas)

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*fuente de las imágenes que acompañan la lectura: ÁLVARO MORENO HERRERO (propias fotografías y colaboraciones de sus amigos). Preciosas y sabias reflexiones se suman a ellas en su espacio. Se recomienda visitarlo.

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enlazado a:

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~ por María Camín en May 12, 2011.

16 respuestas to “Phantasia, surrealidad e inconsciente fenomenológico – Luis Álvarez Falcón –”

  1. Hemos conectado con Tales de Mileto y ahora nos corresponde avanzar hasta Anaximandro pero de nuevo vamos a hacerlo concentrándonos en la hipótesis filosófica que nos plantea el pr. Nietzsche.

  2. Mientras que el tipo general de filósofo se asoma en la figura de Tales como envuelto en niebla, la imagen de su gran sucesor nos lo muestra ya con mucha mayor claridad.

    Anaximandro de Mileto, el primer escritor filosófico de la Antigüedad, escribió tal y como debe escribir el verdadero filósofo mientras las imposiciones ajenas no le roben la imparcialidad y la ingenuidad: en un grandioso estilo lapidario. Frase a frase, testigo de un nuevo esclarecimiento, expresión de la permanencia en el ámbito de sublimes contemplaciones. El pensamiento y su forma son piedras miliares en la senda que conduce a la más grande sabiduría. Con esta profundidad lapidaria se afirmó Anaximandro en cierta ocasión:

    ‘De donde se generan las cosas, hacia allí se produce también la destrucción, según la necesidad; pues esas cosas tienen que expiar sus culpas y ser juzgadas por sus iniquidades en conformidad al orden del tiempo’.

    Misteriosa sentencia de un verdadero pesimista, fórmula oracular esculpida en el albor de la filosofía griega, ¿cómo te interpretaremos?

    El único moralista serio de nuestro siglo nos lleva al corazón en los Parerga (vol. II, p. 327), con una consideración similar:

    ‘El criterio adecuado para juzgar a uno de estos hombres es, precisamente, el de que es un ser que no debería existir, pero que expía su existencia con toda suerte de vicisitudes y con la muerte: ¿qué puede esperarse de alguien como él? ¿Acaso no somos todos nosotros sino pecadores condenados a muerte? Todos expiamos el hecho de haber nacido, primero con la vida, luego con la muerte’ P. II. 22 (Schopenhauer)

    Aquel que descifre esta doctrina surgida de la fisonomía de nuestro común destino, y que reconozca ya la maldad fundamental que constituye el fundamento de toda vida humana sólo en el hecho mismo de que ninguna de estas vidas soporta que se la contemple con atención y se la examine en sus detalles – aunque nuestra época, acostumbrada a la epidemia de biografías, parece opinar otra cosa más vistosa sobre la dignidad humana-; quien, como Schopenhauer, ‘desde las cimas del pensamiento indio’, ha escuchado la palabra sagrada acerca de los valores morales de la existencia, será difícil que pueda abstenerse de crear una gran metáfora antropomórfica y extraer aquella tristísima doctrina de entre los límites de la existencia humana y aplicarla luego, por analogía, al carácter general de toda existencia. Podrá no ser lógico, pero en todo caso sí algo muy humano y muy del estilo de aquel santo filosófico primitivo al que nos hemos referido, considerar ahora, con Anaximandro, el conjunto de la existencia como una forma culpable de emancipación de lo eterno, como una iniquidad absoluta que cada uno de los seres se ve obligado a expiar con la muerte. Todo lo que es, todo lo que existe, está condenado a perecer, ya pensemos en la vida humana, en el agua, en lo caliente o en lo frío: por todas partes, allí donde puedan percibirse cualidades sujetas a determinación, podemos permitirnos predecir sin temor a equivocarnos, según una gigante cantidad de pruebas, el fin de todas las cualidades». p. 51 – 53, ‘La filosofía en la época trágica’. Friedrich Nietzsche

    Editorial Valdemar (El club Diógenes)

  3. [7] Carl Sagan el espinazo de la noche 3/7

  4. »Por lo tanto, jamás podrá instaurarse como la causa y el principio de las cosas un ser que posee las cualidades determinadas y que se compone de ellas; aquello que verdaderamente es, concluye Anaximandro, no puede poseer ninguna cualidad o particularidad determinada alguna, pues en ese caso habría tenido que nacer, como todas las demás cosas, y como ellas también estaría obligado a perecer.

    Para que el devenir no cese, el origen primigenio del devenir tiene que ser indeterminado.

    La inmortalidad y eternidad de tal ser primigenio no descansa en una infinitud y en una inagotabilidad -como una y otra vez manifiestan los comentaristas de Anaximandro-, sino en que se ve libre de tales cualidades determinadas, las cuales conducen a la muerte y a la desaparición; por eso lleva también el nombre: ‘lo indeterminado’ (El apeirón, lo sin fin, sin límite, lo indeterminado)». p. 53, ídem

  5. [7] Carl Sagan el espinazo de la noche 4/7

  6. »Este ser primigenio así denominado porque se encuentra más allá del devenir y, precisamente, por eso, garantiza la eternidad y el curso ininterrumpido del acontecer. Esta unidad última en aquel ‘indeterminado’, el regazo o la matriz de todas las cosas, sólo puede definirse, evidentemente, de forma negativa en tanto algo a lo que no puede atribuírsele ningún predicado del mundo inmediato del devenir, por lo que podría ser considerado como el equivalente a la ‘cosa en sí’ de Kant.

    No obstante, quien pretenda discutir acerca de qué clase de materia será esta materia primordial, si se tratará más bien de algo intermedio entre el aire y el agua, o quizá entre el aire y el fuego, no habrá comprendido en absoluto a nuestro filósofo. Y lo mismo diremos de quienes se preguntan seriamente si Anaximandro no habría pensado su materia originaria quizá como una mezcolanza de todos los elementos disponibles. Antes bien, debemos dirigir nuestra mirada hacia donde podamos aprender que Anaximandro ya no aborda la pregunta acerca del origen del mundo desde un punto de vista puramente físico; tendremos por lo tanto que volverla hacia la sentencia lapidaria que citamos al principio. Cuando éste ve en la pluralidad de las cosas engendradas una suma de injusticias e iniquidades, se convirtió en el primer griego que tuvo el valor para enfrentarse a la maraña de un problema ético muy complejo. ¡Cómo podría perecer algo que tiene derecho a existir! ¿De dónde provienen ese incesante devenir y ese incesante generar? ¿De dónde, aquella expresión de dolor que deforma la faz de la Naturaleza?» p. 54, ídem.

  7. »¿De dónde procede ese incesante lamento fúnebre que clama desde todos los reinos de la existencia? Anaximandro huyó de ese mundo de injusticia e iniquidad, del impúdico abandono de la unidad originaria de las cosas, a una fortaleza metafísica. Asomándose desde allí, deja vagar muy lejos su mirada, y tras un reposado silencio, se dirige fundamentalmente a todos los seres preguntándoles: ‘¿Qué hay de valor en nuestra existencia?’... Y si acaso no posee nada de valor ¿para qué existe? Por vuestra culpa, creo yo, erráis en esta existencia. Con la muerte habréis de expiarla. Mirad cómo vuestra tierra se marchita; se vacían y secan los mares; los fósiles que encontráis en lo alto de los montes os enseñan hace ya cuánto tiempo se secaron; ahora mismo, ya el fuego destruye vuestro mundo y al fin se consumirá entre el vapor y el humo. Pero una y otra vez habrá de surgir un mundo como éste, uno donde sólo existe lo efímero. ¿Quién será capaz de liberaros de la maldición del devenir?». p. 54

  8. »A un hombre capaz de formular tales preguntas, cuyo elevado pensamiento deshizo sin cesar el entramado empírico de la realidad con el fin de poder alzarse de inmediato y emprender el más alto vuelo supralunar, ciertamente no tuvo que haberle agradado cualquier clase de vida. Creemos de buena gana en la tradición según la cual Anaximandro gustaba de pasearse con vestimentas particularmente honorables y mostraba en sus maneras y en sus costumbres cotidianas un verdadero orgullo trágico.

    Vivía tal y como escribía: hablaba tan solemnemente como vestía, alzaba la mano y caminaba como si esa existencia fuera una obra trágica en la que él hubiera nacido únicamente para representar el papel de héroe.

    En todo esto fue el gran modelo de Empédocles. Sus conciudadanos lo eligieron para que dirigiera una colonia de emigrantes -y quizá se alegraron tanto de honrarlo como de poder enviarlo lejos-. También su pensamiento emigró, e igualmente fundó colonias: en Éfeso y Elea no pudieron ya pasarse sin él; así, aun cuando alguien no se decidiera a permanecer en el mismo sitio donde estaba el filósofo, por lo menos sabía que podía continuar su obra, allí donde, ahora sin él, también se estaba dispuesto a seguir avanzando.

    Tales muestra el deseo de simplificar el reino de la multiplicidad reduciéndolo a un puro y simple desarrollo, o a un disfraz de la única cualidad existente: el agua. Anaximandro camina aventajándolo con dos pasos de diferencia. Éste se pregunta en primer lugar:

    ‘¿Cómo es posible la multiplicidad si sólo existe la unidad eterna?’

    Y obtiene una respuesta del propio carácter contradictorio y autodestructivo de esa multiplicidad, devoradora y negadora de sí misma. La existencia, según este carácter, se convierte para él en un fenómeno moral, no es legítima, sino algo que se espía mediante la desaparición, la muerte. Pero luego se le ocurre a Anaximandro la siguiente pregunta:

    ‘¿Por qué no hace ya tiempo que pereció todo lo existente si es que ha transcurrido ya una eternidad? ¿De dónde proviene esa influencia constantemente renovada del devenir?’

    Con el fin de salvarse de tal pregunta, sólo se le ocurre remitirse a posibilidades míticas: el eterno devenir solamente puede tener origen en el ser eterno. Las condiciones que determinan la caída de ese ser en el devenir de la iniquidad son siempre las mismas; la constelación de las cosas fue hecha una vez, y de tal modo que no cabe concebirse como un cese de aquel proceso mediante el cual los seres particulares surgen sin cesar del seno de ‘lo indeterminado’. Aquí se detiene Anaximandro; es decir, se queda en la profundidad de las sombras que, como fantasmas gigantescos, se ciernen sobre la cumbre de tal concepción del mundo. Cuanto más queramos llegar a la solución del problema -cómo es posible que por mediación de la caída lo determinado surja de lo indeterminado, la temporalidad surja de la eternidad, surja de la justicia la injusticia-, tanto más oscura se vuelve la noche que lo circunda». p. 55- 56.

    FRIEDRICH NIETZSCHE

  9. Gustavo Bueno: los orígenes de la filosofía

  10. »De Anaximandro sabemos que vivió en Mileto entre el 610 y el 545. Sabemos que, como Tales, actuó en política pues ‘fue puesto al frente de la colonia de Mileto en Apolonia’ (DK, 12 A 3) y que escribió una obra en prosa en la que por primera vez se dibujó un mapa mundi.

    Anaximandro, a diferencia de Tales que consideraba el ‘arkhé’ como algo material y concreto, dice que ‘el principio [arhhén] y elemento de las cosas existentes era ‘tó ápeiron» (DK 12 A 9). ¿Qué significa la expresión ‘tó ápeiron’? Para explicarla generalmente se recurre a la etimología. La palabra estaría compuesta por la alfa privativa, la terminación -on y la raíz -per- que hace referencia a un límite. ‘Ápeiron’, entonces, significaría algo así como ‘lo que no tiene límite’. La etimología es poco precisa. Algunos consideran que ‘ápeiron’ significa ‘infinito’, mientras otros ven en él ‘lo indeterminado o indefinido’. Pero es difícil aceptar que aparezca una idea tan abstracta como la idea de lo infinito tan tempranamente. En Homero ‘ápeiros’ no significa infinito, hace referencia a algo que aunque tenga límite no puede ser precisado, no puede ser recorrido o medido porque no lo podemos alcanzar. Homero habla, por ejemplo, del ‘ponto inmenso’ [apeírona pontón](Ilíada I, 350) pero no por eso está diciendo que el mar sea infinito.

    »Lo ápeiron es ‘la causa de la generación y la destrucción de todo, a partir de lo cual -dice- se segregan los cielos y en general todos los mundos (Kósmous), que son infinitos…» (DK 12 A 10)
    Lo ‘ápeiron’ es aquello que ‘abarca todas las cosas y a todos los gobiernos’ (DK 12 A 15). No existe nada fuera de él, todo nace y vuelve a él. Es un todo unitario de donde surge el ‘kósmos’. Lo que no está claro es cómo se produce el proceso de segregación del cosmos a partir de ‘lo ápeiron’ porque lo primero que segrega son las cosas contrarias. El cosmos es una fracción de ‘ápeiron’ que se rompe, un trozo ordenado, medible.

    Anaximandro ha conseguido el paso de la unidad a la multiplicidad sin utilizar esquemas míticos (generación sexual), en eso consiste su avance. En realidad es el mismo esquema operatorio que el que se empleaba para construir una ciudad. El propio Anaximandro fue el encargado de fundar una. Si nos fijamos en el espacio en el que se va a crear la ciudad es ‘ápeiron’ en cuando no ha sido recorrido, medido u ordenado, es un espacio ‘ákosmos’, salvaje. Se comienza haciendo un primer corte como cuando en el mito de Rómulo y Remo, en fundación de Roma, hacen primero una zanja con el arado para colocar una empalizada y, a partir de ella, ordenar por el espacio en un nuevo cosmos, léase polis, con un determinado órden.

    »Ahora bein, a partir de donde hay generación para las cosas, hacia allí también se produce la destrucción, según la necesidad; en efecto, pagan la culpa unas a otras y la reparación de la injusticia, de acuerdo con el ordenamiento del tiempo…» (DK 12 A 9)

    Para Anaximandro es una injusticia que se rompa ‘lo ápeiron’, por eso el cosmos tiene que volver a ‘lo ápeiron’. Todavía utiliza un esquema o modelo social para poder explicar hechos como el orden del tiempo que no es otro que el eterno retorno cíclico. Pero no utiliza al dios Cronos, ni a Themis, diosa de la justicia. ‘Lo ápeiron’ tampoco es un dios, pero es divino, como toda la ‘physis’

    ¿Cómo queda el cosmos estructurado? En el centro está la tierra que equidista de todo lo demás por lo que no tiene ninguna razón para caerse hacia ningún lado. Tiene forma cilíndrica, sobre ella está el aire y sobre éste una esfera de fuego. La esfera de aire que nos circunda tiene unos agujeros que son por donde vemos las estrellas y cuando se cierran parcial o totalmente se producen las fases de la luna o los eclipses.

    La historia de la filosofía. p. 39 – 40. Editorial Eikasia

  11. Anaximandro en Wikipedia

  12. Anaximandro de Mileto en Filosofía.org

  13. » (…) Allí donde la filosofía se mostró como una ayuda, como algo salvador, como algo protector, fue siempre con los sanos (…)

    Los griegos, en tanto que pueblo verdaderamente sano, legitimaron de una vez por todas la filosofía por el simple hecho de que filosofaron (…)

    No fueron capaces de abandonar esta ocupación a tiempo (…) En cambio, los griegos si supieron comenzar la filosofía a su debido tiempo, y esa enseñanza, cuando se debe empezar a filosofar, la transmitieron en mayor medida que ningún otro pueblo (…) desde la ventura, en una edad plena de fortaleza; la filosofía surgió de la serenidad y la alegría de una virilidad madura, victoriosa y audaz. Que los griegos hayan filosofado en esta época nos instruye tanto acerca de lo que la filosofía es y debe ser, como acerca de los griegos mismos (…) La filosofía griega es un soberbio e impetuoso torrente.

    (…)

    No cabe cosa más absurda que atribuir a los griegos una cultura autóctona: al contrario, más bien habrá que afirmar que asimilaron para sí enteramente la cultura viva de otros pueblos, de ahí que llegaran tan lejos, pero supieron recoger la jabalina del lugar en que otro pueblo la había abandonado y arrojarla de nuevo más lejos.

    Los griegos son dignos de admiración en el arte de aprender provechosamente: tal y como ellos lo hicieron, deberíamos nosotros aprender de nuestros vecinos; pero aprender a vivir, no a poner los conocimientos al servicio de una erudición que nos encadena, y ni mucho menos persiguiendo el fin de utilizar lo aprendido como soporte para elevarse más y más por encima del vecino. Las preguntas relativas a los orígenes de la filosofía son absolutamente indiferentes pues, en todo origen reina siempre y por doquier, lo crudo, lo informe, el vacío, y la fealdad, mientras que en todas las cosas hay que preocuparse por los escalafones más altos (…) El camino que se remonta a los orígenes conduce siempre a la barbarie; y quien se ocupa de los griegos debe tener presente que tanto barbariza el instinto desatado de conocimiento como el odio al saber, y que los griegos dado su respeto a la vida, lograron dominar ese instinto insaciable de conocimiento que llevaban dentro… Porque querían vivir enseguida lo que habían aprendido: por este motivo filosofaron en tanto que hombres civilizados y teniendo la cultura y la civilización como propósito.

    He aquí por qué evitaron crear otra vez los elementos de la filosofía y de la ciencia desde algún tipo de vanidad autóctona (…)

    Cualquier pueblo se sentiría avergonzado ante una pléyade de filósofos tan maravillosa e ideal cual la de los maestros de la Grecia más antigua: Tales, Anaximandro, Heráclito, Parménides, Anaxágoras, Empedocles, Demócrito y Sócrates. Todos aquellos hombres estaban hechos de una sola pieza, tallados en un solo bloque de piedra. Entre su pensamiento y su carácter domina una estricta necesidad. Para ellos no existió convención alguna, puesto que en aquellos tiempos los filósofos y los eruditos no constituían ninguna clase social. En su magnífica soledad, fueron los únicos que entonces vivían para el cultivo del conocimiento. Todos poseyeron asimismo la virtuosa energía de los antiguos, jamás superada por la posteridad, que los capacitó para crear un estilo propio que cada uno de ellos desarrolló metamorfoseándolo hasta el mínimo detalle y la máxima grandiosidad. Ninguna moda los ayudó haciéndoles más fácil su tarea. Ellos solos constituían pues, lo que Schopenhauer denominó »la república de los hombres geniales»: un gigante llama a sus semejantes a través de los vastos intersticios del tiempo y, sin que le moleste la vociferante palabrería insustancial de los enanos que crepita bajo todos ellos, continúa eternamente con el desarrollo del sublime diálogo espiritual.

    (…)

    Otros pueblos tienen santos, los griegos tienen sabios (…) Sólo entre los griegos no es accidental el filósofo. Cuando aparece allá por los siglos VI y V a. C. (…) y anteponiendo el placer del descubrimiento a la riqueza y sensualidad de las colonias griegas, intuimos entonces -ahora podemos decirlo – que surge semejante a un noble heraldo que trajera el mismo propósito con el que había nacido en aquel mismo siglo la tragedia y con el fin que nos sugieren los misterios órficos a través de los jeroglíficos de sus ritos.

    El juicio de aquellos filósofos sobre la vida y la existencia decía mucho más que cualquier juicio moderno, ya que ellos tenían la vida ante sí en su abundante apogeo y porque para ellos el sentimiento del pensador no se confundía -como para nosotros- en la discrepancia existente entre el deseo de libertad, belleza, grandeza de vida y el impulso hacia la verdad que tan sólo pregunta: »¿Qué es lo verdaderamente valioso de la existencia?»

    (…)

    Existe una férrea necesidad que encadena al filósofo a una verdadera civilización; pero ¿cómo será posible algo así cuando no exista tal civilización? (…) Los griegos legitiman la existencia del filósofo porque sólo entre ellos no es un cometa.

    Tras estas consideraciones podrá admitirse sin reparo que hable de los filósofos preplatónicos como de un grupo homogéneo (…) A partir de Platón les falta a los filósofos algo esencial (…) Platón mismo constituye el primer carácter híbrido. En su doctrina de las ideas se conjugan elementos socráticos, pitagóricos y heracliteanos (…) También en cuanto hombre se mezclan en Platón los rasgos característicos de la distancia y la serenidad soberanas de Heráclito, los de la compasiva melancolía del legislador Pitágoras y los del dialéctico Sócrates, ‘el conocer de almas’. Todos los filósofos posteriores son de carácter híbrido, y cuando se presenta algo parecido a un carácter unilateral, como ocurre en los cínicos, no se trata ya de un tipo, sino de una caricatura.

    Más importante es, sin embargo, que son fundadores de sectas y que las sectas que fundaron eran, en general, círculos que se oponían a la cultura helénica que había dominado hasta entonces, así como a su unidad de estilo (…)

    La acción de los antiguos filósofos, aunque no eran conscientes de ello, se dirigía a una curación y purificación a lo grande (…)

    *pero se perdieron esas obras escritas por aquellos primeros filósofos o nos han quedado tan sólo obras tan incompletas*

    (…)

    En nuestro caso cabría aún añadir que no necesitamos que nos haya quedado ni una sola palabra, ni una anécdota, ni una fecha más de las que nos han quedado – y lo mismo sucedería si nos hubieran quedado menos – para establecer la tesis de orden general de que los griegos legitimaron la filosofía.

    Una época que padece lo que se ha dado en llamar la generalidad del saber, pero que carece de verdadera cultura tanto como su vida carece de una verdadera unidad de estilo, no será capaz de hacer algo mínimamente serio con la filosofía (…) Nadie vive hoy ‘filosóficamente’ (…) Todo filosofar moderno es pura apariencia erudita; es pura política, y es policial; lo mediatizan gobiernos, iglesias, academias, costumbres, modas y cobardías humanas.

    (…)

    Si se la obligase a hablar la filosofía podría aducir algo semejante a esto: ‘Oh, pueblo desafortunado!Es acaso mi culpa si como una hechicera debo vagabundear por los campos y esconderme y disimular como si fuera una pecadora y vosotros mis jueces? Mirad a mi hermano el arte: le va como a mí; hemos venido a parar entre bárbaros y ahora no sabemos ya cómo librarnos de ellos. Aquí carecemos, a decir verdad, de cualquier legitimidad; pero los jueces ante los que clamamos por nuestros derechos también habrán de juzgaros a vosotros y dirán: ¡Tened primero una verdadera cultura, entonces comprenderéis qué pretende la filosofía y cuál es su poder!»

    ‘La filosofía en la época trágica de los griegos’
    Friedrich Nietzsche, p. 33 – 44
    ISBN: 84-7702-261-5. Ediciones Valdemar. El club Diógenes.

  14. »La naturaleza y la enseñanza poseen cierta similitud puesto que la enseñanza remodela al hombre y, al remodelarlo, produce su naturaleza» (Demócrito; DK 68 B 33)

    Con esta conciencia inician los profesores del materialismo filosófico la disertación sobre la filosofía desde los presocráticos, a Sócrates y a los sofistas.

    – Idea de ‘creatio ex nilo’ (lo creado a partir de la nada), no es propia de los antiguos griegos. Nos haríamos una idea de en qué bases de pensamiento vivían, entonces, aquellos griegos si leyéramos a Hesíodo, que es de quién se conservan testimonios, de que era aquello que los antiguos griegos creían y para aquello para lo que se configuraban; siendo el arte (del rapsoda) la transmisión del conocimiento acumulado hasta entonces por organismos recordantes (aedos formulares), que la escritura rectificó fundamentalmente. No todo iba a depender de la memoria colectiva de tan sólo unos pocos individuos, sino que esa »carga» iba a experimentar un progreso.

    Y Tales vive aún entre esos, que fabulan pero que a pesar de fabular ya han conseguido domesticar a la semilla, con lo que las hambres se palian. Sentir y pensar, hasta cierto punto, podemos imaginarnos que lo hacían diferente a nosotros… Aunque no creo que un ser de aquel tiempo y uno de este tiempo, depende siempre de que »tales», concretados en un punto conjunto fuesen siquiera diferentes en »sentir y en pensar».

    De cualquier forma Tales no es como la mayoría de antiguos griegos de su época. Pero sigamos leyendo a los señores profesores y a partir de aquí sin interrumpirles:

    »El resultado cosmológico era el de una tierra plana Gea, y sobre ella un cielo sólido, Urano, a modo de semiesfera que la cubre. Alrededor de ella el río Océano y en medio de los dos hacia abajo estaba el aire y en las capas superiores el éter de carácter luminoso e ígneo. Debajo de la tierra estaba el Tártaro. El sol después de su recorrido diario no pasaba por debajo del Tártaro y aparecía de nuevo al día siguiente, sino que sirviéndose de un cuenco a modo de embarcación era llevado por el río Océano hacia donde oriente en donde emprendía su nuevo camino diario.

    Los primeros filósofos, en cambio, buscan respuestas no míticas para las mismas preguntas. ¿Cuál es el ‘arkhé’ de la ‘physis? Es decir, ¿existe un principio a partir del cual se pueda dar cuenta de toda la multiplicidad del mundo físico? El término ‘physis’ se suele traducir por ‘naturaleza’. Sin embargo, la naturaleza no tiene el mismo sentido para nosotros que para los presocráticos. Para los griegos, la ‘physis’ engloba también la sobrenaturaleza. , pues era divina y como tal mostraba su necesidad, su ‘anánke’. Pero, por otra parte, lo cultural no se oponía tampoco a la ‘physis’.

    ‘Nomos’ ( ‘ley’) y ‘Physis’ están todavía en consonancia, sobre todo porque la ‘physis’ es justa (díke), al físico y al sociopolítico, al menos en el sentido de estar ajustada. Hay una equiparación y armonía entre el orden físico y el sociopolítico, al menos, hasta los sofistas.

    El término ‘physis’ etimológicamente deriva del verbo ‘phyo’ que, usado en sentido intransitivo, significa nacer, brotar, crecer una raíz.

    La ‘physis’ es, pues, aquella fuerza interna que hace que las cosas nazcan y crezcan. La ‘physis’ es algo que está en proceso. Si esto es así para no cometer anacronismo debe uno evitar darle un sentido metafísico y abstracto que adquiere el término a partir de los sofistas, y sobre todo, a partir de Aristóteles (…)

    Los presocráticos no hablan todavía de sustancia. Para ellos saber cuál era la ‘physis’ era saber cuál era su ‘arkhe’, el principio a partir del cual mostraba toda su fuerza, su ‘dymanis’. Y este principio, a diferencia de sus predecesores, no se busca ya en el espacio de los dioses como en tiempos homéricos.

    En resumen, buscar el ‘arkhé’ de la ‘physis’ para los presocráticos no es lo mismo que para Homero pero tampoco lo mismo que para Aristóteles.

    La ‘physis’ para los presocráticos es dinámica y procesual, no estática y se explica a partir de un principio o ‘arkhé’.

    La ‘physis’ presocrática se muestra como un proceso que tiene un orden y, por lo tanto, es algo bello, es decir, es un ‘kosmos’. Por eso quien la contempla descubre que es razonable y lógica, tiene un ‘logos’ que no se muestra ni siempre ni todo por entero, sino que como dice Heráclito, gusta de ocultarse y a veces se muestra mediante la oposición de elementos (stoikheíon) contrarios (enantiotiké): caliente-frío, dulce-amargo, movimiento-reposo»

    Así son explicados los primeros filósofos de la antigüedad del mundo griego en ‘La historia de la filosofía’. p. 37 -38. Edit. Eikasía.

  15. Mi relato:

    ANAXIMANDRO DE MILETO – (610 – 546 a. C) – »Tó ápeiron» [De donde se generan las cosas, hacia allí se produce también la destrucción, según la necesidad; pues esas cosas tienen que expiar sus culpas y ser juzgadas por sus iniquidades en conformidad al orden del tiempo]

  16. Entre Tales y Anaxímenes aparece el primer pensador profundo y consecuente. Anaximandro alcanzó prestigio por sus conocimientos astronómicos y geográficos (compuso un mapa de la Tierra, fabricó una esfera, inventó relojes solares), y tuvo notables atisbos de biología evolutiva. Asombra la intuición de que «el hombre fue engendrado por animales de otra especie, y los primeros seres vivos surgieron de las aguas calentadas por el Sol.”.

    Pero a Anaximandro principios como el agua o el aire le parecen resultados, y concretamente resultados finitos, incapaces explicar la riqueza y variedad de la presencia. Busca por eso el principio universal en algo libre de cualquier figura exterior determinada, realmente infinito y eterno, a lo que llama ápeiron. Este neologismo está compuesto por una partícula privativa (equivalente a la a de amoral, o al in de invisible) y el término péras, que en griego significa determinación, límite. Cualquier cosa dotada de figura logra su definición sobre la base de precisar dónde termina o acaba, describiendo sus «perfiles». Lo ápeiron, que no se constituye «negativamente» o por contraste, rechaza esa restricción. Como dice el comentarista Simplicio,

    «Anaximandro (…) no consideró como principio el agua ni ningún otro de los llamados elementos, sino otra substancia ilimitada de la cual proceden todos los cielos y cosmos que hay en ellos».

    El pensamiento especulativo nace cuando esta substancia ilimitada se pone en relación con el reino de los límites. El primer fragmento de Anaximandro, que parece haberse conservado intacto, dice:

    «Principio y elemento de las cosas es lo ápeiron. De donde las cosas tienen origen, hacia allí tiene lugar también su perecer, según la necesidad; pues pagan unas a otras su injusticia conforme al orden del tiempo».

    Si se descarta una interpretación en la línea de los misterios órficos (a los que luego aludiremos), lo que se obtiene es una idea de la materia. Como ápeiron, el principio-elemento de las cosas es algo incorruptible e indestructible, sometido a un movimiento donde alternan cohesión y disgregación. Lo que se distingue de esta materia -como resultado aparente- son las «cosas». Cualquier cosa definida proviene de una generación y —según otro fragmento de Anaximandro— «la generación resulta de la separación de los contrarios». En esa misma medida, las cosas son presencias unilaterales, predominios de unas determinaciones o cualidades sobre otras, que pagan el hecho de alzarse hasta una definición precisa con tener como entidad sus límites, esto es: aquello donde «terminan». Eterno sólo puede ser aquello indiferente a la negación, y cualquier algo distinto del ápeiron se constituye por oposición a otros algos. La «necesidad» física es que esa especie de cera primordial —«principio y elemento»— vaya moldeándose de innumerables modos, para recaer una y otra vez en lo ilimitado.

    Vertiginosamente denso y abstracto a la vez, este concepto inaugura la filosofía en cuanto tal. El mundo sensible se presenta como suma de determinaciones, cuya base son precisamente tales y cuales límites, sostenidos a su vez sobre una separación de contrarios. Dichos contrarios (grande-pequeño, caliente-frío, sólido-gaseoso, etc.) remiten siempre a un soporte físico que existe por sí, y que invita a la investigación.

    http://www.escohotado.com/genesisyevoluciondelanalisiscientifico/tema3.htm

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